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Alzando Jacob sus ojos, miró, y he aquí venía Esaú, y los cuatrocientos hombres con él; entonces repartió él los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas. Y puso las siervas y sus niños delante, luego a Lea y sus niños, y a Raquel y a José los últimos. Y él pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron. Y alzó sus ojos y vio a las mujeres y los niños, y dijo: ¿Quiénes son estos? Y él respondió: Son los niños que Dios ha dado a tu siervo. Luego vinieron las siervas, ellas y sus niños, y se inclinaron. Y vino Lea con sus niños, y se inclinaron; y después llegó José y Raquel, y también se inclinaron. Y Esaú dijo: ¿Qué te propones con todos estos grupos que he encontrado? Y Jacob respondió: El hallar gracia en los ojos de mi señor. Y dijo Esaú: Suficiente tengo yo, hermano mío; sea para ti lo que es tuyo. Y dijo Jacob: No, yo te ruego; si he hallado ahora gracia en tus ojos, acepta mi presente, porque he visto tu rostro, como si hubiera visto el rostro de Dios, pues que con tanto favor me has recibido. Acepta, te ruego, mi presente que te he traído, porque Dios me ha hecho merced, y todo lo que hay aquí es mío. E insistió con él, y Esaú lo tomó. Génesis 33:1-11

Es reconfortante ver el cambio de opinión de Esaú cuando los dos hermanos se volvieron a encontrar. La amargura por perder su primogenitura y su bendición ha desaparecido porque Esaú estaba contento con lo que tenía. Jacob reconoció cuán grande era que su hermano lo recibiera favorablemente. 

La vida puede traernos algunas situaciones malas. Podemos sentirnos engañados, como se sintió Esaú, pero no tenemos por qué permanecer amargados. Podemos eliminar la amargura de nuestra vida expresando honestamente nuestros sentimientos a Dios, perdonando a quienes nos han hecho daño y estando contentos con lo que tenemos. Perdona.

Leamos la Biblia: Génesis


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