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Mas la mujer, cuando hiciere voto a Jehová, y se ligare con obligación en casa de su padre, en su juventud;  si su padre oyere su voto, y la obligación con que ligó su alma, y su padre callare a ello, todos los votos de ella serán firmes, y toda obligación con que hubiere ligado su alma, firme será.  Mas si su padre le vedare el día que oyere todos sus votos y sus obligaciones con que ella hubiere ligado su alma, no serán firmes; y Jehová la perdonará, por cuanto su padre se lo vedó.  Pero si fuere casada e hiciere votos, o pronunciare de sus labios cosa con que obligue su alma;  si su marido lo oyere, y cuando lo oyere callare a ello, los votos de ella serán firmes, y la obligación con que ligó su alma, firme será.  Pero si cuando su marido lo oyó, le vedó, entonces el voto que ella hizo, y lo que pronunció de sus labios con que ligó su alma, será nulo; y Jehová la perdonará.

Números 30:3-8

Según la ley israelita, los padres podían anular los votos de sus hijos. Esto ayudó a los jóvenes a evitar las consecuencias de hacer promesas o compromisos imprudentes. 

De esta ley surge un principio importante tanto para los padres como para los hijos: los jóvenes deben buscar la ayuda de sus padres cuando toman decisiones. La experiencia de un padre podría salvar a un hijo de un grave error. 

Los padres deben dejar que los menores aprendan de sus errores, y al mismo tiempo, protegerlos del desastre.

Leamos la Biblia: Números.


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