Ciñe de fuerza sus lomos, y esfuerza sus brazos.
Prov. 31:17
Tu cuerpo es el templo del Espíritu.
Para fortalecer el Espíritu es necesario orar y poner en práctica la obra de Jesucristo, y para vigorizar el cuerpo es importante que te llenes de energía. Ambos deben ser alimentados de una forma específica y balanceada, ejercitándonos (en el cuerpo y el Espíritu) y descansando (en el cuerpo y el Poder de Dios).
Evita excesos y elementos dañinos, busca al Señor con ayuno y oración regularmente, rompe el dominio que ejerce la carne sobre ti, tu Espíritu se verá fortalecido y tus preocupaciones se irán.
Administra la salud que el Señor te ha dado con sabiduría. Cuídate, eres poseedora de una gran responsabilidad, recuerda: tu cuerpo es el templo donde mora el Espíritu que Dios ha puesto en ti.
Tal vez te guste mucho desvelarte, comer postres, preocuparte en exceso, o pienses que el ejercicio no es lo tuyo, pero recuerda que el Señor ha soplado aliento de vida en ti y te ha dado poder para dominar los deseos de la carne. Confía en Él.
¡Tú puedes!
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