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Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

Marcos 8:34

¿Pudiste testificarle ayer a alguien?

La diferencia entre un creyente y un discípulo, es que el discípulo está dispuesto a pagar el precio de ir a la meta: Cristo.

¿Cuál es este precio?

  1. Negarse a sí mismo. Aquellas pasiones y deseos, nuestros planes y objetivos.
  2. Tomar la cruz. Cargar el peso de las decisiones, las humillaciones, las traiciones y crucificar nuestra voluntad.
  3. Seguir a Jesús. Obedecer sus mandatos y actuar como Él para bendecir a todos.

Muchos de nosotros llegamos a Cristo con una lista de peticiones y deseos, de planes y proyectos, para que Él nos transforme la vida, pero hay otros, que llegan a Él con una hoja en blanco y le dicen: Señor ¿qué es lo que Tú quieres que yo haga?

Hay personas que aún no pueden seguir a Cristo, porque no se han negado a sí mismos ni han cargado la cruz primero.

El reino de Dios necesita discípulos verdaderos, dispuesto a caminar por fe y obediencia, haciendo a un lado sus deseos, cargando el peso de sus decisiones y crucificando su carne para resucitar a una nueva vida.

Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.

Marcos 8:35

¿Quieres salvar tu vida? Entrégala.

¿Quieres ver concretados tus planes y proyectos? Somételos primero a la voluntad de Dios.

Haz una oración el día de hoy y entrégale a Dios todo aquello por lo que has pedido y orado, y dile con confianza: que no se haga mi voluntad, sino la Tuya. Entonces, empieza a caminar por fe, confiado en que sin importar lo que suceda, Dios hará que todo esté bien.

Serie: Haciendo de cada creyente un discípulo


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