Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
Romanos 8:19
En Dios tenemos el Padre que siempre soñamos. Él nos da identidad, libertad, poder, dirección para ejercerlos apropiadamente y administrar su herencia, pero como le dijo el tío Ben a Peter Parker (el Hombre Araña), todo poder conlleva una gran responsabilidad.
Recuerdas que, al inicio de esta serie, hablamos de que tu identidad te da un propósito y este propósito es señorear a través del servicio.
Pues aunque el mundo lo niegue, toda la creación gime esperando el momento en que los hijos de Dios, los que creen en Su nombre, los que le aman y lo demuestran obedeciéndolo, se manifiesten.
Mira lo que dice Dios a Adán y Eva antes de que el pecado de la desobediencia entrara al mundo y lo corrompiera con muerte:
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
Génesis 1:28
Dios estaba bendiciendo al hombre y la mujer para que dieran frutos (¿te acuerdas de la serie de la semana pasada, donde hablábamos que “en eso es glorificado el Padre, en que llevemos mucho fruto”?)
Lo primero que tenemos que hacer cada uno de nosotros es darle buenos frutos a Dios y entonces, multiplicarnos, pero no multiplicarnos nosotros solamente con hijos del hombre y la mujer, sino con hijos de Dios. A través de los buenos frutos es que podemos multiplicar ¡la familia de Dios! Sólo entonces la tierra sería llena de Su gloria y podremos gobernarla a través del servicio que Dios nos enseña, y señorear sobre toda la creación.
En Levítico 18, Dios dice a su pueblo que no cometan actos de inmoralidad porque la tierra vomita a los que los cometen. La tierra, la creación gime a causa de la corrupción de las personas y está anhelando que se manifiesten los verdaderos hijos de Dios, no los que contaminan el mundo y lo corrompen. Porque hay tanta sangre derramada sobre ella que pide justicia como la de Abel, pero los hijos de Dios sabemos que es mejor la que derramó Jesús porque ésta ofrece misericordia a todos los que se arrepienten y actúan diferente.
Los hijos de Dios manifiestan que ciertamente Dios hará justicia a todos, pero misericordia sólo para los que crean en Jesucristo como su Señor y Salvador.
Los que ya somos hijos de Dios tenemos la responsabilidad de anunciarlo al mundo: Dios no quiere su muerte, sino que se arrepientan y vivan, porque la tierra y la creación gime a causa de todas las maldades que la humanidad a causa del pecado ha cometido.
Cada vez que te despiertes y escuches un pájaro cantar, un gato maullar o un perro ladrar, cuando veas las nubes moverse en el cielo, las hojas de los árboles caer, o el agua correr, recuerda que la creación anhela ardientemente, apasionadamente, ver a los hijos de Dios en acción.
Tú eres un hijo de Dios, enseña a otros con la Palabra y con tu ejemplo que la bendición de Génesis 1:28 está disponible para todos los que buscan al Padre porque creen en Jesucristo como el hijo de Dios que vivió, murió en la cruz para salvarnos y resucitó; que le piden perdón por sus pecados, le dan el control de su vida y le permiten gobernarla desde el trono de su corazón, para vivir una vida diferente, bajo el poder del Espíritu Santo como una nueva criatura.
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