“Brotarán renuevos” escucho casi todo el día mientras me gozo por haber esperado este momento desde finales del año pasado.
Miro por la ventana y sólo en esta época del año encuentro el color verde más bonito que he visto.
La percepción selectiva se acentúa porque empiezo a identificar el color verde nuevo en lo alto y en lo bajo. Es un verde diferente, un verde tierno, limpio, esperanzador; entonces empiezo a ver colores que habían estado ausentes y ahora el color toma forma: veo ramas, veo árboles, veo plantas y veo flores, los naranjos con sus azahares, la flor del durazno que pinta de violeta sus ramas, anacahuitas, retamas, canelos y encinos, flores silvestres salpicando cada brote verde de manera caprichosa, pero al mismo tiempo perfectamente organizadas.
Disfruto 20 kilómetros de montañas y naturaleza multicolor y el paisaje empieza a cambiar, el color verde y café empieza a tornarse gris, la velocidad de desplazamiento disminuye y la melodía en el ambiente cambia, ahora la armonía se atropella con sonido bocinas y barullo de mucha gente.
Busco los colores y predominan los artificiales, y trato de enfocarme en lo original, lo natural; avanzo otros 20 kilómetros entre concreto y asfalto y lo veo de nuevo, ese verde bonito, ese verde lleno de fuerza y de vida que brota a partir de lo que se creía muerto, un verde que choca en medio de la monocromía de la ciudad.
Esta mañana vi ese verde rebelde, descarriado en un mundo áspero y gris, que se niega a hacerse a un lado, que dice al Señor:
aquí estoy, firme, y aunque esté en medio del desierto, aquí habré de servirte.
En la grietas de las banquetas, en las uniones de los separadores de carriles (¿qué ironía verdad?, ahí donde algo separa, otro algo se une para crear vida), en los huecos de los pasos a desnivel, en los recovecos de las construcciones, donde hay un poco de tierra para postrarse ahí estaban, agarrados de Dios y marcando la diferencia en el paisaje.
Brotaron renuevos y me miraron desafiantes: Sí – contesté, yo voy a agarrarme así también de ti Señor.
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