Hace dos años, el Señor puso en el corazón de mi esposo preparar a su familia; y como matrimonio nos ponía a pensar mucho en el futuro de nuestros hijos. Él nos daba el ejemplo del rey David; fue un hombre conforme al corazón de Dios, un gran patriarca y la lámpara de Israel…

Pero como padre, pues bueno, las consecuencias de sus errores estimularon que sus hijos llegaran al desastre.

No somos perfectos, y como padres cometemos muchos errores, pero no queremos cometer el error de descuidar a nuestros hijos, así que los pusimos en Sus manos.

Y así como Jesús decía de sus ovejas:

«Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre«. Juan 10:28-29

Así decíamos nosotros: en el nombre de Jesús ¡ninguno se pierde!
Todos son hijos de Dios y nadie los arrebatará de Su mano y todos (naturales y espirituales) le servirán al Señor.

¿Porqué te lo cuento?

Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación y todo el que crea en Jesucristo no será avergonzado. (Romanos 10:10-11)

Creerlo es bueno, pero decirlo con certeza trae salvación.

¿Tú crees en lo que Dios te dice?
¡Cuéntamelo y dime #Yo_le_creo_a_Dios!