Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
Marcos 16:15
El evangelio son buenas nuevas, no son malas ni viejas.
Cada día hay una nueva misericordia que compartir, un nuevo perdón que dar, una nueva obra qué hacer, un nuevo motivo para sonreír, una nueva prueba qué enfrentar, un nuevo fruto qué dar y Dios es quién nos lo permite.
¡Esas son buenas noticias! Hay que compartirlas.
No necesitas saberte la Biblia de memoria, pero sí necesitas compartir lo que sí sabes.
Si Jesús te dio una nueva oportunidad ¡compártelo!
Si Jesús te dio un nuevo día ¡compártelo!
Si Jesús te permite ver sus maravillas ¡compártelo!
Si Jesús te ha abrazado el día de hoy ¡compártelo!
Si Jesús ha escuchado tu necesidad ¡compártelo!
Si Jesús ha hecho algo contigo ¡compártelo!
Eso es ir por todo el mundo predicando el evangelio, decirle al mundo lo que Jesús hizo por ti y lo que puede hacer por ellos, para que vivan igual de feliz que tú (sin importar las desavenencias, las enfermedades, los retos o los dolores) Por qué Dios te ha dado la victoria de la peor de las circunstancias: el pecado; y su consecuencia: la muerte!
Jesús tiene un regalo para todo el que cree, pero es necesario que crean con su corazón ¡y lo confiesen!
¡Las palabras que brotan de nuestra boca son importantes!
Porque con el corazón se cree para justicia (es decir para cambiar nuestra conducta con una nueva forma de vivir) pero con la boca se confiesa para salvación: decir con todas sus letras y de tu ronco pecho que crees que Jesús es Dios porque ningún otro pudo morir en la cruz por los pecados del mundo y resucitar para salvarnos a todos, y que por eso Él es tu Señor y Salvador, es sellar con tus propias palabras tu nombre en el libro de la vida, esas palabras retumban en los cielos y sacuden a los ángeles que cantan ¡Santo, Santo, Santo es el Señor!
Esa convicción de tu corazón trastorna el mundo espiritual y se activan todos los siervos para que tú, el hijo de Dios que ha regresado a casa, reciba el anillo de identidad en su dedo, le cambien su ropa y su vida, le limpien los pies y el corazón, le pongan un calzado nuevo para emprender nuevos caminos de paz, y que se haga una fiesta, porque un hijo que estaba muerto, ¡ha resucitado!
Si tú has confesado que crees ¡verás la gloria de Dios! y te has convertido en un heredero y administrador de Su gracia.
Procura presentarte tu Padre aprobado, como cualquier otro de sus siervos que no tiene de qué avergonzarse, ponte a trabajar en los negocios del Padre y sé fiel en todo, para que cuando Él regrese te califique como un siervo bueno y fiel, y te ponga sobre cosas tan grandes que no te puedes imaginar y entres en el gozo de tu señor.
Oremos por todos los misioneros, como tú y como yo, para que sigamos anunciando las buenas noticias de salvación que hay en Cristo Jesús, para todos.
Toma las redes sociales y vuélvete pescador de hombres
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