Lucas 4:1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu en el desierto.
Y fue tentado por el diablo, y cuando hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.
E inició Jesús su ministerio, y liberó personas con espíritus inmundos, sanó enfermos, predicaba tanto en las sinagogas como en los lugares abiertos, hacía pescas milagrosas, llamaba a los pecadores al arrepentimiento, puso vino nuevo en odres nuevos y se glorificó como Señor aún en los días de reposo; revitalizó la mano seca del hombre, eligió apóstoles, alimentó multitudes hasta ser saciados; instruía con autoridad, con amor y con sencillez para que todos pudieran entender su mensaje, reprendía el juicio del hombre y exaltaba el perdón, extendía su misericordia a los gentiles, resucitaba muertos, oraba por los oprimidos y los libertaba, calmaba tempestades, rescataba incrédulos y se maravillaba de la fe de muchos; delegó misión a setenta e instruyó a los que querían seguirlo, quitó el velo de separación entre judíos y gentiles y nos adoptó a todos como hijos; se lamentaba por nosotros, nos enseñó a orar y habiendo llegado el momento, se entregó, y murió, y venció a la muerte y resucitó y ESTA VIVO para interceder por nosotros.
Todos queremos gozar de la salvación, pero para llegar a ella tienes que hacer como Jesús: orar, instruirte, orar, sujetarte al Padre, orar, ir al desierto a fortalecerte y confiar en Su presencia, orar, hacer las buenas obras para las que fuiste creado, orar, administrar su herencia, orar, entregarte por completo a Él, orar, reconocerlo como tu Salvador, orar, morir a tu vieja vida, orar, VIVIR en el Espíritu y orar en acción de gracias.
Cuando tu oras, pasas tiempo con Él, y cuando pasas tiempo con Él reconoces su voz, de tal manera que Su presencia te acompaña siempre y te motiva a vivir en obediencia.
Es tiempo de sacrificios.
Es tiempo de entrar en el desierto.
Jesús estaba lleno del Espíritu.
¿Qué tal tú?
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