Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió.
2 Samuel 12:20
Las consecuencias de los actos de David lo llevaron a buscar a Dios en ayuno y oración, y el veredicto no cambió.
A veces, Dios ha dictaminado un plan en nuestra vida y nada podrá cambiarlo, porque su propósito es mayor.
Y esos designios nos pueden postrar en tierra a causa del dolor y la humillación, pero Dios no pretende que permanezcamos ahí, sino que nos levantemos con una nueva actitud.
Recordando que él nos ha perdonado, que debemos afrontar las consecuencias dignamente, sabiendo que por la sangre de su hijo Jesucristo hemos sido lavados, ungidos y vestidos dignamente para entrar de nuevo a la presencia de Dios y adorarle.
Y una vez hecho esto, regresemos a casa y compartamos la gracia y la consolación de Dios a los demás.
David consoló a su esposa, aquella a quien llamaba la mujer de Urías a causa del pecado, pero que ahora es llamada por su nombre, Betsabé, porque Dios la ha redimido, y quiere hacer en ella también alguien nuevo.
En medio del dolor de la pérdida, Dios trae consolación a sus hijos y da a luz a su hijo amado en medio nuestro.
David y Betsabé concibieron a Salomón, a quien llamaron Jededías, que significa amado por Dios.
Dios ama lo que va a nacer en ti y en tu familia a partir de este proceso de restauración.
Así como el crecimiento de un hijo se abre espacio en el cuerpo con dolor y nace desgarrándolo todo, así el nuevo nacimiento en nosotros pude ser traumático, pero no se compara con el amor y la plenitud que se experimenta una vez que nace.
Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
2 Corintios 4:17-18
Serie: Dios busca nuestra restauración.
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