Cando terminé los libros de los Reyes en la Biblia, vi el ejemplo de Josías.
No hubo otro rey ni antes ni después de Él que se convirtiera a Dios de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley, y sin embargo, todas sus acciones portentosas, reformas y celebraciones no pudieron salvar a las personas de las consecuencias de sus pecados.
Porque la salvación no venía de las acciones de Josías, venía de Dios, y cada miembro del pueblo debía buscarlo de manera personal.De igual forma, mi salvación no viene de mis buenas acciones, sino de la fe en el poder de Dios: Jesucristo, el Hijo de Dios, quien asumió la sentencia de muerte por mis pecados en la cruz y resucitó para darme una nueva vida.
Y aunque yo trate de limpiar mi vida de malas costumbres e ídolos, y haga reformas y una gran celebración, yo no puedo salvar a nadie, ni a mi esposo, padres, hermanos o hijos, muchos menos amigos, porque creer en Cristo y obedecerlo, es una decisión personal.
Yo puedo orar por ti, aconsejarte y darte palabra, pero si tú no la crees, mi oración no te va a salvar, sólo la fe en que Jesucristo (a través de quien ora) sí puede hacerlo.
Ruego a Dios para que todo el que lea esto, haga como Josías cuando escuchó la Palabra de Dios y se dio cuenta de sus pecados.
Que su corazón se haga de carne de nuevo y sea humilde delante de Dios para pedirle perdón por sus pecados, reconozca a su Hijo Jesús como el Único que puede salvarlo, y decida morir a su vieja forma de vivir y derrumbe todas las costumbres de pasado para que Dios lo llene de su Espíritu y lo transforme en alguien nuevo.
En verdad espero que esta reflexión te impulse a tomar la decisión de creer en Cristo, ahora, que todavía hay tiempo. 2 Reyes 22-25
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