Hubo una vez una mujer que se dió cuenta que lo que poseía jamás sería suficiente para pagar la deuda del acreedor y salvar a sus hijos.

Esa mujer sabía que su esposo había servido a Dios y con la poca fe que le quedaba, clamó al Señor y a sus profetas por ayuda.

Con esa poca fe, esa mujer siguió las instrucciones de Dios y se encerró con sus hijos a hacer lo que Dios le pidió y pudieron ver la gracia sobreabundar de tal forma que la deuda de pecado se pagó y les quedó para vivir libres y sin problemas.

Si tú eres un hijo de unos padres así, abrázalos y dales gracias por creer y servir al Dios verdadero. Porque tú eres libre porque ellos clamaron a Dios por ti.

Si tus padres aún no le conocen y se matan trabajando para que tú seas libre, ora para que crean y vean que Dios es el único que puede saldar esa deuda y hacerlos vivir con libertad.

Si tú eres una mamá o un papá que sirve a Dios puedes confiar que tus hijos están bien cuidados.

Bendice al Señor y no te olvides que no se dormirá el que te guarda.

Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos.

2 Reyes 4:1