Jesús inició su ministerio diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Mateo 4:17
Cada vez que nosotros decimos la oración que Cristo nos enseñó, le pedimos que venga Su reino y que se haga Su voluntad aquí en la tierra como en el cielo.
Su reino está aquí cada vez que nosotros lo proclamamos, y Su voluntad se hace en la tierra cuando nosotros nos arrepentimos de la nuestra y hacemos la Suya e invitamos a otros conocerla y a llevarla a cabo.Ahí en el lugar donde estás, eres un embajador suyo. No perteneces a este mundo, tu ciudadanía es del Reino.
¿A poco no identificas rápidamente a un extranjero?
Si no lo notas a simple vista, su forma de hablar y sus acciones ¡lo distinguen!
Así te van a identificar en cuanto asumas el cargo, y te van a juzgar, sí; se van a burlar de ti, sí; te van a acusar, sí; pero un anticipo de tu galardón lo verás cada vez que veas a alguien conocer la paz que sobrepasa todo entendimiento mientras camina con la libertad que Jesucristo le da. Así como Él te la da a ti.
¿Queremos ver la tierra llena de la gloria de Dios? Hablemos de ella.
¿Queremos que otros Le conozcan? Hablemos de Él.
¿Queremos que muchos crean? Hablemos de lo que Él hizo –y sigue haciendo-con nosotros.
¿Queremos que gocen de la vida eterna? Pues compartamos lo que vivimos porque ya la estamos viviendo, ¡somos Sus testigos!
No necesitas recitar la Biblia de memoria, intenta leerla, pídele al Espíritu Santo que abra tu corazón y cuéntale a otros lo que sucedió cuando conociste a Cristo.
Cuéntale a otros lo que Él ha hecho contigo.Atiende el llamado a ser discípulo de Cristo.
Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
Lucas 9:23
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