Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. 

2 Timoteo 1:6

La primera instrucción es: ser responsable.

Dios ha puesto dones y talentos en cada uno de nosotros y estos serán revelados a su debido tiempo. Llegará el día del llamado, cuando Dios te busque para cumplir tu propósito, pero para ello debes ser entrenado, y a partir de este momento, es nuestra responsabilidad que el fuego del primero amor se mantenga encendido siempre.

Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz.

Levítico 6:12

¿Recuerdas al joven Samuel? Desde pequeño el ministraba a Jehová y uno de sus quehaceres siendo adolescente, era mantener el fuego encendido ¡no se puede apagar!

Así que no importa tu juventud física ni espiritual ¡tú puedes!

Timoteo había sido instruido desde niño por su madre y su abuela. ¿Se imaginan cuánto amor lo rodeaba y lo protegía?

El discipulado siempre comienza en casa, en el hogar.

Es en el seno familiar donde debemos sentir el fuego por primera vez y aprender a alimentarlo, para que llegue el momento en que queramos tener el nuestro.

La dulzura y suavidad de las figuras maternas contrastan con la aspereza y precisión de las paternas, pero son igual de necesarias. Es nuestro primer entrenamiento.

Samuel fue enseñado desde su hogar por sus padres Elcana y Ana, pero su potencial se desarrolló sirviendo en el templo, bajo la instrucción de Elí.

En el caso de Timoteo, y el nuestro, sigue el siguiente nivel:

¡El del adiestramiento en el servicio!

Las formas familiares y dulces han quedado atrás. Ya no es responsabilidad de mamá o papá tener el fuego encendido, ahora es responsabilidad nuestra. Debemos dejar de ser negligentes y comenzar a ser diligentes en mantener nuestro espíritu avivado y de servir a Dios permitiendo que Su luz alumbre a otros.

Nosotros debemos ir por la leña cada noche, para poder ponerla cada mañana, y ponernos nosotros mismos como sacrificio de ofrenda de reconciliación y de paz.

Ha llegado el momento de dejar las quejas y las culpas a los demás sobre nuestro alimento espiritual, ahora todo depende del empeño que cada uno de nosotros ponga.

Debemos mantener el fuego vivo, comienza a buscar a Dios diligentemente cada mañana y cada noche y pídele que te haga un discípulo de Cristo, y El enviará por ti a uno de sus discípulos y maestros.

Serie: TIMOTEO (el que honra a Dios)