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A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.

Juan 1:11-12

Jesús habla a su propio pueblo, y ellos no quieren oírlo. Ese pueblo que esperaba al Mesías prometido, que sufría a causa del pecado, la enfermedad y la muerte, que necesitaba un Redentor, lo rechazó cuando lo tuvo enfrente y lo crucificó.

Pero hubo algunos que sí lo escucharon y creyeron, les dio la autoridad de ser llamados hijos de Dios.

Sin embargo, Dios también anhela celosamente a aquellos que aún no creen, porque Él no quiere la muerte del impío. Por eso es que recorría las ciudades compartiéndoles el evangelio.

Ese pueblo lo honraba con sus labios, sacrificios y ritos, pero su corazón estaba apartado de Él, y no entendía la buena noticia de que Jesús estaba entre ellos.

Tal vez hemos recibido a Jesús, y hemos creído y somos llamados hijos de Dios, pero aún en este tiempo ¿somos capaces de identificar a Jesús entre nosotros?

¿Nuestro corazón está lejos o cerca de Él?

Tal vez estamos participando activamente en nuestra iglesia, y asistimos regularmente a los servicios, y ofrendamos y colaboramos económicamente, pero Jesús anhela celosamente algo de nosotros: nuestra relación.

¿Está nuestro corazón cerca de Dios?
¿Está Él en nuestros pensamientos, decisiones y acciones?
¿Está Él detrás de cada palabra y gesto?

Este día trata de hacer un espacio en tus actividades y acércate a Jesús.

Si tú eres un hijo de Dios, búscale como al Buen pastor, pídele que empiece a hablar a tu vida y te muestre las cosas que quiere que hagan juntos para que su relación sea estrechamente familiar.

Serie: Ovejas sin pastor


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