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En el mundo profesional se advierte que para saber mandar, hay que aprender primero a obedecer, y en el caso de este gran líder, la Biblia nos indica que era el hombre más manso sobre la tierra…

Para cuando pudo decirse esto de Moisés debería andar rondando casi los cien años, pero no siempre fue así.

Moisés era un hombre impetuoso, educado desde niño para ser un libertador, porque era el único sobreviviente, al igual que Jesús, de una generación víctima de asesinato.

Llegada su juventud, viendo las atrocidades que padecía su pueblo en manos de los guardias de faraón, mató a uno de ellos y al ser descubierto, tuvo que huir al desierto.

En ese desierto, su personalidad se transformó en inseguridad y torpeza para hablar, mientras pastoreaba animales.

Fue en ese momento de vulnerabilidad en que Dios consideró que había llegado el tiempo para ejercer su propósito: liberar a su pueblo.

¡Era el mismo propósito, pero no era el mismo corazón! Ahora Moisés estaba listo para ser dirigido. Moisés era manso.

Moisés pasó 40 años creyendo que era alguien, 40 años aprendiendo que no era nadie y luego 40 años viendo lo que Dios puede hacer con alguien que sabe que no es nadie.

Dios tiene un gran propósito para ti también, pero es necesario preparar tu corazón para ser dirigido con mansedumbre.

No sé tú, pero yo no quisiera tener que pasar por 40 años en un desierto para poder estar listo para actuar como Dios quiere, veamos el ejemplo de Moisés y propongamos en nuestro corazón que el Señor nos transforme y podamos manifestar el fruto del Espíritu que da la madurez: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.

Gran liberación, hazañas, prodigios, milagros y una hermosa tierra prometida encontrarás al obedecerlo.

Misión: Someter mi carácter a la voluntad de Dios para dar fruto del Espíritu Santo.

Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra

Números 12:3

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