En los tiempos de Jesús, sentarse a la mesa con alguien era asociarse con su condición, estatus y reputación, pero cuando Jesús entraba y se sentaba con ellos, Él no adoptaba sus costumbres, sino que Su presencia los transformaba.

Jesús, ven y siéntate conmigo a la mesa, abre mis ojos y hazme entender por qué arde mi corazón, transfórmame y hazme una persona completamente nueva con Tu presencia.

Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.

Lucas 24:30-32