Hay un José en cada familia que es enviado a Egipto por el Señor para preservar sus generaciones, para tender puentes de unidad y restauración, para darle a su familia misericordia y alimento de vida.

El Señor hace volver los corazones de los padres a los hijos y el de los hijos a los padres porque es en la familia donde se cimenta la fe, donde el Señor mismo a través de su Espíritu ministra a cada uno de sus miembros de manera íntima y particular.

Dios se mueve en medio de la alabanza de sus hijos y fortalece las familias que son cimentadas en Cristo para fortalecer su cuerpo hasta que Él regrese por su novia, su Iglesia, aquella que al igual que María encarnaba en su cuerpo el Espíritu de Dios, y Jesús es puesto por cabeza de ella, para gobernar sobre ella y derramar su bendición sobre ella, desde lo más pequeño: cada célula como individuo, cada sistema como familia, cada uno administrando según los dones que el Espíritu ministra, donde cada uno cumple su función y todos juntos son más que la suma de sus partes para el gran propósito.

Vuelve tu corazón al Señor, honra a tus padres, acerca a tus hijos al amor de Dios, sé un adorador en espíritu y obra, sé congruente en tu hogar, renueva tu pensamiento en Cristo Jesús y recibe propósitos en Su nombre, afianza tus pies en la fe para seguir el camino del Evangelio y así como Josué, declara: mi casa y yo serviremos al Señor.